Las imágenes de aquellos que pasaron a la historia como próceres de la Independencia fueron fundamentales para la definición de la identidad de las nuevas naciones americanas durante el siglo XIX. Estas imágenes remplazaron los retratos del régimen monárquico precedente. Artistas como José María Espinosa, por ejemplo, quien luchó en varias batallas durante el proceso independentista, dieron los primeros pasos para la creación de la iconografía de los héroes, sobre todo de Simón Bolívar, y la reprodujeron ampliamente para sustituir los antiguos símbolos del Imperio español y promover valores y virtudes que se consideraban esenciales para la nueva nación.
“No daré descanso a mi brazo ni a mi espada hasta el día en que hayamos roto las cadenas del dominio español que nos oprime”. Ese fue el juramento que hizo Simón Bolívar en Roma hacia 1805, con el cual inició la larga lucha que lo consagró como Libertador de América. Este viaje épico hacia la independencia perfiló atributos y características de un hombre que se divide entre lo humano y lo mitológico: la valentía, fortaleza, resistencia, arrojo, así como la muerte en soledad y sufrimiento, junto con los ideales por los que luchó, fueron los principales elementos de la construcción de su leyenda.
En este eje de la exposición, titulado “Héroes”, hay reflexiones sobre la representación de los héroes, las condiciones de la circulación de sus imágenes y su valor simbólico como elementos de identidad nacional en las cuatro obras incluidas. La artista Beatriz González retoma la manera en que la iconografía del padre de la patria se ha transformado con el tiempo en los grabados Bolívar amarillo, Bolívar azul y Bolívar rojo, mediante algunos pocos detalles que dejan adivinar la figura del Libertador, y destaca el poder del símbolo sobre la veracidad de sus representaciones. En forma similar, en el video de Carlos Castro este mismo ícono desaparece poco a poco devorado por palomas. Por su parte, Helías Heim realiza una abstracción irónica de bustos arquetípicos de próceres, convertidos aquí en máquinas ruidosas, anónimas y frías. Finalmente, Miguel Ángel Rojas recurre a una referencia bíblica para hablar del héroe del común a través de la fotografía de un soldado mutilado, y busca reflexionar al mismo tiempo sobre aquellos grandes héroes cuyo nombre se repite en los libros, así como también sobre aquellos héroes anónimos de quienes hasta se ha olvidado su nombre y se desconoce su imagen.
