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Bicentenario de una nación en el mundo
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¿Qué significó la independencia para la sociedad neogranadina de principios del siglo XIX? ¿Qué significa para su propia familia hoy, doscientos años después?

Esta imagen ilustra la vida cotidiana de una familia de la sociedad neogranadina inmediatamente después de la independencia. En el muro cuelga un retrato de un prócer, probablemente Simón Bolívar. A la derecha un extranjero, posiblemente francés, observa la escena, y en la mesa principal un religioso y personas de clase alta atendidas por dos negros esclavizados. Cada uno de ellos seguramente vio la independencia de distinta manera, y para cada grupo social o étnico tuvo distintas consecuencias.

La conmemoración en 2019 de los doscientos años de la batalla de Boyacá constituye una valiosa oportunidad para reflexionar sobre un proceso complejo, con multiplicidad de actores, con eventos diferenciados en los distintos puntos de la geografía nacional, y con impactos disímiles en los distintos sectores de la sociedad colombiana. Un proceso en torno al cual surgen hoy nuevas narrativas que enriquecen el significado de lo que hemos llamado “Bicentenario de una nación en el mundo”.

En el calendario anual de efemérides históricas de Colombia figuran al menos tres fechas relacionadas con la independencia: el 20 de julio, aniversario de la proclamación de independencia, el 7 de agosto, aniversario de la batalla de Boyacá y a su vez día de la bandera nacional y del Ejército Nacional, y el 11 de noviembre, aniversario de la Independencia de Cartagena. Los tres hechos que se conmemoran sucedieron en años distintos, a saber, el 20 de julio en 1810, el 11 de noviembre en 1811 y el 7 de agosto en 1819. Por consiguiente, sus bicentenarios se celebran en años distintos.



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Colombia es un país diverso, no solo en su geografía, en su fauna y flora y en su cultura, sino también en su proceso de independencia. Este no tuvo lugar en una fecha única ni como resultado de eventos únicos. Fue, en todo su sentido, un proceso complejo tanto desde los puntos de vista político y militar como en sus dimensiones sociales, económicas y culturales.

El 20 de julio, declarado festivo nacional por la ley 60 de 1873 (63 años después del hecho), se conmemora la designación en Bogotá de una junta en la cual “el pueblo” depositó el “Supremo Gobierno del Reino”, sin “abdicar los derechos imprescindibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII, siempre que venga a reinar entre nosotros”. Antes de Bogotá otras ciudades habían formado su propia junta de gobierno: Cartagena el 14 de junio de 1810, Cali el 3 de julio, Pamplona el 4 de julio, Socorro, entre el 9 y el 11 de julio, y Mompox el 18 de julio. 

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Por primera vez se declaraba en estos documentos la voluntad de los americanos de la Nueva Granada de tomar en sus propias manos los gobiernos locales. Pero la primera ciudad en declarar y asumir su independencia absoluta de España fue Cartagena, el 11 de noviembre de 1811, cuando la junta de la ciudad manifestó: “nosotros los representantes del buen pueblo de Cartagena de Indias… declaramos solemnemente a la faz de todo el mundo, que la Provincia de Cartagena de Indias es desde hoy de hecho y por derecho Estado libre, soberano e independiente; que se halla absuelta de toda sumisión, vasallaje, obediencia, y de todo otro vínculo de cualquier clase y naturaleza que fuese, que anteriormente la ligase con la corona y gobiernos de España, y que como tal Estado libre y absolutamente independiente, puede hacer todo lo que hacen y pueden hacer las naciones libres e independientes”.

Surge entonces, para cada ciudad y región de Colombia, la pregunta de cuándo y en qué términos se formó su junta de gobierno local, cuándo y en qué términos se declaró su independencia del poder español, o de qué manera vivió el proceso de independencia. Debe tomarse en cuenta, en todo caso, que no todas las regiones y ciudades formaron junta de gobierno o declararon su independencia. Pasto y Santa Marta, por ejemplo, mantuvieron durante años su irrestricta fidelidad al rey y a la causa realista.

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El triunfo de las armas patriotas tampoco se produjo en un solo día, sino que fue fruto de un largo proceso militar. La batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, fue la conclusión de una campaña que liberó una parte del territorio colombiano. Otras regiones debieron esperar. Popayán, ocupada alternativamente más de 20 veces por ejércitos patriotas o realistas, solo fue realmente liberada el 14 de julio de 1820, tras la batalla de Pitayó; Santa Marta lo fue con la batalla de Ciénaga, una de las más sangrientas de la guerra de independencia, el 10 de noviembre de 1820; Cartagena el 10 de octubre de 1821, tras un largo asedio patriota a la ciudad; Pasto el 8 de junio de 1822. Cabe aquí también recordar la batalla naval del Lago de Maracaibo, decisiva para la independencia del Caribe colombiano, y culminada el 24 de julio de 1823, declarado día de la Armada Nacional de Colombia. La pregunta para cada región y ciudad del país es ¿cuándo y cómo se logró realmente, y en términos militares y políticos, su independencia de España?

Si la independencia de Colombia fue un proceso complejo y heterogéneo en sus aspectos militares y políticos, e incluso en sus aspectos geográficos por la variedad de escenarios en que se llevaron a cabo las acciones bélicas, también lo fue, y de manera determinante, en términos humanos. Esto tanto en cuanto se refiere a sus protagonistas inmediatos en su calidad de individuos, como a los sectores étnicos y sociales que estuvieron comprometidos en ese proceso.

Desde el siglo XIX se ha institucionalizado la figura del “héroe” de la independencia, con Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño encabezando la lista en Colombia. Sin desconocerse su papel, sus aportes y su trascendencia en el proceso, la historiografía, principalmente regional y local, ha rescatado miles de nombres más, que dan figuras y rostros reales a las anónimas y colectivas categorías de “ejército libertador”, “patriotas” o “próceres”.

Cada región, y prácticamente cada pueblo de Colombia tiene su propia lista de “insurgentes”, “conspiradores”, “combatientes”, “luchadores”, “caudillos”, que en mayor o menor medida contribuyeron a la causa independentista, tanto local como regional y nacionalmente. Caben, para cada región, las preguntas de quiénes son esos personajes, cuál fue su aportación, y si han caído en el olvido o se les ha reconocido, tanto en términos locales como nacionales. Cada figura, sin duda, ofrecerá nuevas dimensiones y enriquecerá nuestra percepción de lo que fue el proceso de la independencia nacional.

De las mujeres que jugaron papel en la Independencia poco se sabe, aparte de las imágenes y algunas biografías de heroínas como Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán, Mercedes Ábrego y las esposas, novias o amantes de los grandes héroes. Pero la investigación ha revelado centenares de nombres más, cerca de 1.500 según algunas fuentes. De esa cifra probablemente hacen parte algunas de las “voluntarias” que describió bellamente el general Joaquín Posada Gutiérrez en sus Memorias Histórico Políticas:



“En los combates su heroísmo las santifica; en los mayores peligros, por en medio de las balas, metiéndose por entre los caballos, apartando las lanzas enemigas, buscan desesperadas al hombre que aman cuando notan que falta en su fila, y a veces encuentran su cadáver y lo sepultan, o lo hallan respirando todavía y entonces, provistas de tiras de lienzo, o sacándolas de su propia ropa, lo vendan, avisan, piden auxilio hasta en el campo enemigo, y muchos infelices deben la vida a la tierna solicitud de su mujer”.

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Para las regiones, y para cada localidad del país, surge la pregunta obligada sobre la participación de sus mujeres en los hechos de la Independencia. La respuesta a este interrogante, obligatoriamente, pondrá la campaña libertadora dentro de una perspectiva renovada y más ajustada a la realidad.

Entre las diversas categorías de personas que participaron en el proceso de independencia cabe mencionar también a los extranjeros, principalmente ingleses y franceses, pero también de muchas otras nacionalidades, incluso españoles, que jugaron importante papel en los hechos de aquel tiempo. Su participación, en parte, respondía a los intereses de las potencias europeas de la época, pero en muchos casos son perceptibles genuinas motivaciones libertarias y republicanas. Bien valdría la pena que en cada región se identificaran los nombres de extranjeros destacados por su participación en una batalla, por su apoyo a las comunidades, o por haber emprendido un proyecto que hubiera contribuido al avance de la sociedad, la economía o la cultura a nivel local o nacional.

En los tiempos de la Independencia, y a juzgar por los datos de Padrón General de 1878-80, el Nuevo Reino de Granada tenía alrededor de 800.000 habitantes, de los cuales cerca de la mitad se concentraban en la región de la cordillera nororiental (Cundinamarca, Boyacá y los Santanderes), una quinta parte en la costa Caribe, y proporciones inferiores al 10% en Antioquia, el Alto Cauca y el Alto Magdalena. Del total de la población poco menos de la mitad se identificaban como “libres”, principalmente mestizos, la cuarta parte como “blancos”, la quinta parte como indios, y alrededor del 8% como “negros esclavos”. ¿Qué significó la independencia para estas poblaciones, principalmente lo que hoy llamamos “grupos étnicos”? ¿Cuál fue su participación en el proceso? Sin duda habrá multiplicidad de respuestas en cada región y en cada localidad, pero conviene recordar que muchos esclavos e indígenas fueron reclutados tanto por las fuerzas revolucionarias como por las fuerzas realistas y muchas comunidades abrazaron una u otra causa. Los esclavos, por su parte, aunque muchos entregaron la vida en los campos de batalla, no verían la libertad hasta varias décadas después.

La libertad, la independencia, la igualdad, la fraternidad, la ciudadanía y muchas otras categorías republicanas por las cuales se luchó a principios del siglo XIX, continuarían siendo motivos de discordia, pero también de unión, solidaridad y esperanza durante el largo proceso de la formación de Colombia como una nación en el mundo.

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Detalle de la obra Le dîner à Ste. Marthe
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