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Centro Cultural de Pasto
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Tipo de minisitio

El artista

“Uno se puede dedicar a muchas cosas desde que su curiosidad y ganas de aprender sean constantes”. Con esta frase, Santiago Escobar (Manizales, 1979), arquitecto de formación e inquieto por nuevos saberes, encontró en la fotografía el medio que le permitió formular sus ideas y así emprendió un viaje con múltiples destinos, que le han permitido conocer  muchísimas poblaciones de Colombia y comprender de primera mano sus problemas, esperanzas y sueños. De allí nació su proyecto Tierra de Luz que lo ha llevado a participar en varias exposiciones, programas y conferencias. Reside en Bogotá y continúa trabajando como fotógrafo, conferencista y, eventualmente, como docente.

 

Tierra de Luz

Tras el fuego que desata la guerra viene la tristeza que todo lo consume, dejando a su paso oscuridad y tristeza. Al observar esta situación que han padecido tantas poblaciones en Colombia, Santiago Escobar se acerca, con honestidad e interés, a esas personas que viven en una oscuridad causadas por las cicatrices del conflicto, el cual les ha oscurecido su semblante por las ausencias que emanan los cuerpos de sus familiares desaparecidos. Reflexionando sobre la esencia de la fotografía, que es la luz, Escobar llega a poblaciones víctimas del conflicto e intenta, sin pretensiones grandilocuentes, alumbrar por un instante la cotidianidad de estos hombres, mujeres y niños que creían perdida la sonrisa, Ha viajado con esta idea por todo el país.

Llegó a municipios como Santa Rita (Magdalena), Maicao (La Guajira), Aguas Vivas (Córdoba) y a tierras más alejadas y frías como Pasto (Nariño), donde dictó uno de sus “talleres de luz” por invitación a la Agencia Cultural del Banco de la República. En esta nueva aventura lo acompañaron estudiantes de derecho a punto de graduarse a los que les pareció interesante tener una aproximación artística del tema de la violencia. La empatía como fórmula para ponerse en el lugar del otro. Para ello, el punto de reflexión del ejercicio saltaba a la vista. Se trataba del volcán Galeras, ese león dormido con el que conviven los pastusos y que fue la metáfora perfecta para anunciar cómo se vive con la latencia de la amenaza. Una mole que está ahí y puede estallar, y sin embargo, fue allí donde construyeron su ciudad, porque basta saber que es a las faldas de un volcán donde la mejor tierra se da. Para él, “si la luz es a la oscuridad, la lava es la fertilidad”.

El ejercicio significó, entonces, entender el miedo. Respetarlo, para darle un nuevo significado y permitir que la vida continúe. Con esta idea en mente, “encendieron” el Banco al construir dentro de su sala de exposiciones un momento conmemorativo, y lo iluminaron por un instante para encontrar ese nuevo alimento para el alma, para volver a mirarse a ellos mismos y, así, encontrar su propia fuerza.

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