Aura Elena González se crió a las orillas del río Guapi y vive hasta hoy en Guapi, Cauca. Ha dedicado su vida a gestionar procesos comunitarios de mujeres y jóvenes, y es la líder de la Empresa Comunitaria de Mujeres Rurales – Ríos Unidos. Con González, la conversación se centró en los roles y los desafíos de las mujeres junto a los ríos del Pacífico colombiano.

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Sobre su trayectoria:

“Soy una mujer guapireña, nacida y criada a orillas del río Guapi. Toda mi vida profesional la he dedicado a gestionar y fortalecer procesos sociales y comunitarios de mujeres y jóvenes, y a promover la permanencia en el territorio, el aprovechamiento racional y sostenible de los recursos naturales. Ahí, para mí ha sido importante enfatizar la dimensión cultural como factor de desarrollo, las formas de vida propia y la organización social tradicional. El resultado son veinte años de procesos en la Empresa Comunitarias de Mujeres Rurales Ríos Unidos”.

Sobre el río como forma de vida:

“Nosotros no separamos el ecosistema del río del bosque húmedo tropical ni de las zonas agrícolas, donde tenemos espacios para el colino, modelos de parcelas, proyectos en que las mujeres trabajan en la siembra de plantas condimentarias y medicinales en azoteas. Entonces todo forma parte de un entramado, de un tejido que combina la cultura —como un todo que arropa—, el espíritu —como una fuerza interna y una legado de la africanía y la historia–, la tradición oral —que es la transmisión de conocimiento por generaciones—. entonces llevado a la práctica: ecosistemas”.

Sobre la mujer y el río en el Pacífico:

“La mujer está activa en todas las zonas del río, desde la zona baja —la del mar, el manglar y las playas— pasando por la zona media —de características agrícolas, pero estrechamente relacionada con el río— hasta las zonas altas, que determinan unas formas diferentes de vida por las condiciones del mismo río. Las zonas definen las actividades, pero el rol de la mujer es siempre el mismo: las mujeres son quienes sostienen la vida del Pacífico. Los hombres están en continua trashumancia, en sus ires y venires entre pueblos y regiones. La mujer, en cambio, es el centro de la familia extensa, que son los pueblos, las identidades, las costumbres y las tradiciones del territorio, que nacen del río. En un marco general, es una figura de matriarcado, de fuerza y lucha, de convicción y permanencia en el territorio, que es el agua”.

Sobre el liderazgo:

“Está en el fundamento. Las mujeres del Pacífico son líderes innatas, naturales. Son las que determinan, regulan, promueven y conversan las formas tradicionales de la convivencia; las que guardan la estrecha relación con la vida del río. Lo hacen, por ejemplo, a través de la curandería o de toda esa riqueza de la cultura alimentaria, del uso de la planta, de las aguas, del significado de las mareas, del tiempo de las luna. Esa capacidad, que es sabiduría, determina el liderazgo para la convivencia y se guía por lógicas de poder que no son patriarcales, sino que se basan en el ejemplo y confianza”.

Sobre los desafíos actuales de la vida ribereña:

“Son muchos y recaen directamente en la mujer. Nos toca luchar con todo y contra todo, pero la meta siempre es nunca abandonar el territorio, seguir aquí ejerciendo la resistencia. Pero yo diría que el gran desafío es no dejar de cantar. Cuando uno hace las cosas cantando, alimenta el espíritu. Eso permite desarrugar el corazón, y es necesario hacerlo porque aquí ha habido muchos problemas, que siguen siendo permanentes. En primer lugar, están las políticas del Estado que se reflejan en la marginalidad y la exclusión de las comunidades afrodescendientes que habitan las comunidades ribereñas del Pacífico. Para nosotros es imposible pensar en la vida como modelo de desarrollo propio si ni siquiera hemos tenido el derecho a los servicios básicos. Ese es un contraste inmenso e inadmisible, porque este es un lugar de una riquísima diversidad biológica y cultural. Son contrastes espantosos. Aquí todo el mundo intenta intervenir, el Estado y las ONG, pero lo hacen sin consultar y con un mal enfoque, sin concordancia con las realidades ecosistémicas, con las actividades socioculturales y con las formas de organización social tradicional que determinan vida propia. Vivimos en un país racista, clasista y excluyente, al que no le interesan las realidades ni las problemáticas ni las riquezas que se vive en estos territorios y en estas comunidades”.
 
 
Imagen principal Media
Lavandera del río Magdalena