Un Decreto de Estado de Sitio dejo a los congresistas en la calle 

Por: CESAR AUGUSTO AYALA DIAGO 

La construcción de las subculturas liberal y conservadora como mitos de la identidad nacional tuvieron en el año 1949 un jalón impresionante. El año transcurrió bajo la intensidad de la política y de la violencia. Política y violencia iban de la mano, se nutrían mutuamente. Si amainaba la primera se apaciguaba la segunda.

un año del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, los colombianos fueron convocados durante el año de 1949 a elegir cuerpos colegiados en junio y presidente de la República en noviembre.

El primer aniversario del asesinato de Gaitán fue escogido por los partidos para retarse mutuamente. Los conservadores conmemoraron la luctuosa efemérides para resaltar la fortaleza del régimen, mientras que los liberales aceptaron el reto conmemorando, en primer lugar, la memorable "manifestación del silencio" el siete de febrero. El conservatismo aprovecharía la ocasión para lanzar la candidatura de Laureano Gómez, lo que de por sí era una afrenta. Después de largas preparaciones el conservatismo llevó a cabo su cometido. El sábado 2 de abril los godos de Colombia se tomaron Bogotá. En un primer acto de masas en el circo de Santamaría se lanzó el nombre de Gómez y de allí los manifestantes se trasladaron a la plaza de Bolívar bajo la consigna de no pasar frente al sitio donde había caído Gaitán. Un carro alegórico sobresalió durante el desfile: un busto de Laureano aclamado por las masas conservadoras. Los liberales respondieron al reto en conmemoración oficial que hicieron el 8 de abril: "Os vamos a vengar con las grandes victorias de 1949. Al cumplirse el primer año de tu muerte, así lo prometemos, así lo juramos".

Toda la propaganda electoral tuvo que ver con Gaitán. Mientras los conservadores trabajaron el recuerdo del nueve de abril como algo nefasto que le había ocurrido al país, los liberales elaboraron la conservación de la memoria del tribuno inmolado. La amplia concurrencia a los actos conmemorativos del crimen de Gaitán mostraron no sólo que los colombianos continuaban movilizados, sino además que los partidos estaban dispuestos a seguir movilizándolos. La virulencia de la campaña electoral se propagaba como una epidemia de odio estimulada por la prensa partidaria.

Prácticamente una guerra civil por vía electoral habíase declarado. La intolerancia no escapaba a las cúpulas de los partidos. Ni siquiera la Iglesia Católica evocaba la paz. A finales de febrero monseñor Miguel Ángel Builes escribió su vigésima quinta pastoral de cuaresma en términos también retaliadores: "Este año de 1949 ha amanecido con signos de catástrofe mundial. El comunismo universal tiene dividida en dos porciones a la humanidad: la una, numerosa y potente, milita bajo las banderas de la bestia apocalíptica; la otra, menos numerosa y cada vez más debilitada, pelea bajo las banderas de la cruz. La revolución del nueve de abril de 1948, dejó los campos políticos colombianos perfectamente alineados con nuevos y definitivos mojones: el comunismo y el orden cristiano". Monseñor Builes acusaba al liberalismo de ser esencialmente adverso a la religión y de haberse transformado en comunismo y le achacaba todas las culpas de la tragedia nacional del nueve de abril.

La intensidad de la lucha partidista se explicaba, además, por las estrategias de ambos partidos para ganarse definitivamente las mayorías del electorado colombiano. Así, el 5 de junio se llevaron a cabo las elecciones. Los liberales salieron favorecidos, aunque no por mucha diferencia: 920.718 contra 788.662 votos conservadores, esto es, 132.056 votos de más. Ambas colectividades, sin embargo, aumentaron ligeramente su electorado respecto de las elecciones de 1947. Más bien se podría concluir que el conservatismo le descontó votación al liberalismo. La victoria liberal se expresaba en unos lugares más que en otros. En departamentos como el Valle, por ejemplo, el estruendo fue mayor. Los liberales pusieron seis representantes, mientras que los conservadores solo alcanzaron tres. Por abajo las cosas empeoraron para el adversario conservador: doce diputados liberales y siete conservadores; en el Concejo: diez liberales contra cinco. Aunque polarizado el país, el partido liberal controlaría el Congreso, las quince asambleas departamentales y los 820 concejos municipales. Desde los cuerpos legislativos el liberalismo se defendería de los ataques del conservatismo, de la violencia y desde allí transcurriría lo más intenso de la política colombiana a partir de entonces.

En particular se destacarán el diputado y el parlamentario liberal. Enardecido el conservatismo, vería en los resultados de las elecciones un peligro para la continuidad de la nueva república conservadora. Curiosamente de 63 senadores, 30 eran conservadores y 33 liberales; de 132 representantes, 63 eran conservadores y 69 liberales. Así las cosas, el historiador que observa con detención las cifras no se explica el triunfalismo liberal y menos aún el derrotismo conservador.

El significado mayor de las elecciones de junio fue el advenimiento de un cuerpo legislativo eminentemente político, considerado por los liberales como el otro poder, de tal manera que a la altura de agosto de 1949 existía en Colombia una especie de dualidad de poderes. En vísperas de la posesión del nuevo Congreso, la junta asesora de la candidatura conservadora a la presidencia impartió la voz de Laureano: "A la ofensiva contra el liberalismo. Contra todo plan y toda iniciativa de las mayorías parlamentarias" (El Espectador, julio 20 de 1949 p. 1). El presidente de la Cámara Julio César Turbay Ayala declaró a su vez que "la batalla por La Reconquista del poder tendría como principal escenario el Congreso". Pero se imponía para el legislador liberal la defensa del libre juego de la democracia burguesa, cuando en el interior de los cuerpos colegiados los conservadores la ponían contra la pared.

Se trataba de un "congreso admirable". Al Parlamento de 1949 concurría lo más selecto de la clase política nacional. Estaban los gaitanistas: Jorge Villaveces, Jorge Uribe Márquez, Hernán Isaías Ibarra, Julio Ortiz Márquez, entre otros. Estaba además la cúpula liberal: Carlos Lleras Restrepo, Alfonso Palacio Rudas, Diego Luis Córdoba, Jorge Soto del Corral, Abelardo Forero Benavides, Darío Samper, Milton Puentes, José Jaramillo Giraldo, Plinio Mendoza Neira. Entre los conservadores figuraban Gilberto Alzate Avendaño, Hernando Navia Varón, Lucio Pabón Núñez, Guillermo Salamanca, Juan Uribe Cualla, José María Villarreal y Guillermo León Valencia, entre otros.

No importaba el carácter del acto legislativo que presentara el liberalismo. Igual, los conservadores lo declararán proyecto heroico, para desprestigiarlo. Esta estrategia produjo enfrentamientos que terminaron la noche del 9 de octubre con el asesinato en pleno recinto del Congreso del representante liberal Gustavo Jiménez y herido mortalmente Jorge Soto del Corral. De ahí en adelante cualquier cosa podría esperarse en los cuerpos legislativos menores. De hecho, en julio ya el cabildo de Ibagué anunció que se preparaba a decretar la resistencia civil. Los primeros días de noviembre fueron dramáticos. En Cali carros fantasmas recorrían la ciudad cometiendo asesinatos después de las siete de la noche, obligando al cierre inmediato de muchos establecimientos de comercio y al recogimiento rápido de los habitantes. Estos vehículos recorrían a velocidades vertiginosas los barrios de la ciudad. El corregimiento de Siloé, que era baluarte liberal, fue víctima de un asalto que duró varios minutos. Así, la mayoría liberal del Concejo y de la Asamblea resolvió no reunirse ante la negativa del gobierno de enviar ejército a custodiar las sesiones.

Mientras tanto, otro fenómeno había crecido y amenazaba con tomar fisonomía propia: la creación de grupos guerrilleros de origen liberal que esperaban de las directivas de esta colectividad el respaldo para el derrocamiento del régimen. Se trataba de las guerrillas del Llano que en contubernio con sectores del liberalismo habían programado el inicio de una supuesta revolución para el 26 de noviembre, día de la elección de Laureano Gómez, que se presentaba sin contendor liberal ante la renuncia de Darío Echandía, candidato liberal.

No fue posible el diálogo entre un Congreso dominado por los liberales que intervenían como un solo hombre y el ejecutivo, prisionero de los intereses no del país sino de su propio partido. La oposición era frontal, se expresaba en cada documento que salía de la pluma de los parlamentarios liberales que apresuraban a marchas forzadas el fin del régimen conservador. La iniciativa legislativa no partía del ejecutivo sino del propio legislativo que producía proyectos de leyes que difícilmente sancionaría el presidente. En particular causaron tensión proyectos tales como los de las elecciones populares de gobernadores y alcaldes para periodos de cuatro años. No solo era una iniciativa que los conservadores, minoría electoral, no aceptarían, sino también porque iba en contra del espíritu de la Constitución de 1886, punto de fricción entre los partidos tradicionales. Otro proyecto que produjo escozor fue el relacionado con el adelanto de las elecciones presidenciales, programadas en un principio para junio de 1950. La Corte Suprema de Justicia le dio vía libre a esta iniciativa liberal no sancionada por el ejecutivo. Para finales de octubre avanzaban las discusiones sobre proyectos liberales como el de Policía que revocaba las facultades dadas al presidente un año atrás.

LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE, ANAC

El Congreso de 1951 aprobó en primera legislatura el proyecto de acto legislativo por el cual se convocaba una Asamblea Nacional Constituyente (ANAC). El 9 de diciembre de 1952, estando encargado ya de la presidencia Roberto Urdaneta, fue sancionada esta convocatoria tras recibir la aprobación en segunda legislatura. Expresamente se decía que por tratarse de una asamblea constituyente ésta no tendría funciones legislativas, las cuales seguirían en manos del Congreso. También se establecía expresamente que la Constituyente no podría modificar el período en curso del presidente, el designado y el Congreso y que en cuanto a este último sólo podía modificar el período de los representantes para hacerlo igual al de los senadores. En mayo de 1952, el gobierno creó la Comisión de Estudios Constitucionales. Esta comisión terminó sus funciones el 10 de febrero de 1953 y envió al gobierno el proyecto acordado. Éste acogió en parte las ideas propuestas por tal comisión, y en otras hizo modificaciones. El proyecto debía ser sometido a la Asamblea Nacional Constituyente, cuyas sesiones se iniciarían el 15 de junio de 1953. Sin embargo, para esta fecha la situación política había variado fundamentalmente, pues en la antevíspera se produjo el golpe de estado del general Rojas Pinilla [...] Como estaba previsto, la Asamblea Nacional Constituyente se reunió dos días después, el 15 de junio, y el proyecto de nueva constitución fue abandonado. El 18 de junio, un acto legislativo de esa corporación legitimó a Rojas como presidente hasta el 7 de agosto de 1954.

ALVARO TIRADO MEJIA.

"El gobierno de Laureano Gómez".

Nueva Historia de Colombia, II. Planeta;

1989, pp. 88 y 108.

Bajo la excusa de que el presidente Ospina iba a ser acusado por la Cámara, la policía se tomó las instalaciones del Congreso un mes después del asesinato del representante Gustavo Jiménez. El 9 de noviembre el gobierno declaró turbado el orden público y estableció el estado de sitio en todo el país. Bajo este amparo una serie de decretos fueron dictados: cierre del Congreso y demás cuerpos legislativos departamentales y municipales, establecimiento de la censura de prensa, prohibición de todas las reuniones o manifestaciones públicas y otorgamiento de plenos poderes a los gobernadores de los departamentos para que implementaran las medidas. Los colombiano entendieron que estaban frente a un autogolpe de Estado, frente al empotramiento de una dictadura y ante la radicalización de lo que entonces se conocía como la Violencia, una manera eufemística de llamar a la guerra civil que vivía el país y que no amainaría sino hasta junio de 1953.

Agradezco la colaboración de mis monitores Jorge Cote y Juan David Figueroa.

EL CIERRE DEL CONGRESO

Los liberales pensaron entonces en utilizar su mayoría en el Congreso para adelantar un juicio contra Ospina Pérez en el Senado y deponerlo. En un acto de ingenuidad, el 9 de noviembre, en las horas de la mañana, los presidentes del Senado y la Cámara visitaron al presidente Ospina para anunciarle que se iba a tramitar una acusación contra él. al mismo tiempo le solicitaron garantías para los liberales mientras se adelantaba el proceso en el Senado. A las 4 p.m. de ese mismo día, Carlos Lleras Restrepo, Julio César Turbay y otras personalidades del liberalismo se dirigieron hacia el Parlamento con el fin de iniciar el proceso. Se encontraron con la sorpresa dde que el edificio del Congreso estaba rodeado por tropas del ejército que les impidieron la entrada. Horas antes Ospina había declarado el estado de sitio, suspendiendo el Congreso y todas las asambleas departamentales. Confirió a los gobernadores poderes amplios para el control del orden público. Modificó el régimen de votación de la Corte Suprema de Justicia. Impuso una rígida censura de prensa: el correo, los telegramas y aun las llamadas telefónicas estuvieron sometidas a la supervisión oficial.

CATALINA REYES.

"El gobierno de Mariano Ospina Pérez".

Nueva Historia de Colombia, II. Planeta;

1989, p. 31.